Sermones Pastorales by Ronald A. Knox

Sermones Pastorales by Ronald A. Knox

autor:Ronald A. Knox
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2013-02-06T00:00:00+00:00


VI. LA CRUZ DE CRISTO116

1. LA PARODIA DE LA VERDAD

Mostrémonos en todo como ministros de Dios... en medio de infamia y de buena fama, tenidos por impostores, siendo veraces; por desconocidos, aunque muy conocidos; casi moribundos, siendo así que vivimos; como castigados, mas no muertos; como, melancólicos, aunque siempre estamos alegres; como mendigos, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, poseyéndolo todo (2 Cor 6, 4.10).

Este pasaje de San Pablo, que se nos lee cada año en el primer domingo de la Cuaresma, es probable que llegue a nuestros oídos como una serie de sentimientos vagamente alentadores, sin dejarnos ninguna impresión clara acerca del argumento que lo inspira. Hemos de mostrarnos públicamente –ésta es la fuerza de la expresión– como ministros de Dios en una diversidad de maneras; primero de todo como víctimas de múltiples tribulaciones, en los trabajos, en la vigilancia, en los ayunos; después, por una serie de reacciones de nuestro propio carácter, en la castidad, en el sufrimiento, en la dulzura, y así sucesivamente; y, por último, por la buena fama y la mala fama, esto es, como trabajando bajo un conjunto de malas interpretaciones que son exactamente contrarias a los hechos; se nos llamará impostores cuando digamos la verdad, se nos tendrá por mendigos cuando en realidad estamos en posesión de riquezas espirituales como el mundo no ha soñado nunca, y así sucesivamente. Ahora bien, ¿por qué da por supuesto San Pablo que el siervo de Dios puede ser reconocido primero por los sufrimientos que padece, luego por las perfecciones de su propio carácter, y, finalmente, por la incomprensión con que tropieza? ¿Por qué no admite discusión todo esto?

Creo que sólo hay un medio de que el argumento tenga sentido, y es el de suponer que San Pablo estaba haciendo aquí lo que no hace a menudo: emplear la palabra «Dios» simplemente como equivalente de la palabra «Cristo». En todas las cosas portémonos como siervos de Cristo –ved cómo así se simplifica toda la cuestión–. Nuestro Señor mismo dijo: «El siervo no es más grande que su amo; si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros»117. Nos mostramos como siervos de Cristo cuando somos como Cristo; primero, cuando sufrimos toda especie de tribulaciones, como hizo Cristo; después, cuando las sufrimos con el espíritu de paciencia y de dulzura con que Cristo las sufrió y, por último, cuando, a pesar de ello, nos vemos asaltados como lo fue Nuestro Señor por críticas que son exactamente opuestas a la verdad. Quiero ocuparme de estas acusaciones bajo seis títulos diferentes en estos seis miércoles, y tratar de mostraros, primeramente, cómo Nuestro Señor incurrió en esas acusaciones; después, cómo su Iglesia incurre en esas acusaciones y, por último, cómo nosotros mismos podemos con probabilidad, y debemos, incurrir en esas acusaciones, en la proporción en que ajustemos nuestras vidas al modelo que para nosotros estableció nuestro divino Maestro.

Como impostores, aunque digamos la verdad. Esto significa que el cristiano, al igual que Cristo, será llamado impostor por los que le rodean precisamente en la proporción en que ame la verdad y desee difundirla.



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